Los diez mil años
que pasé encadenado sobre esta montaña
del Caúcaso, cuando me despertabas cada día
con tu pico en mi vientre, desgarrándome las entrañas
para saciarte con mi hígado sirvieron para que acabar amándote.
Creo que siempre has entendido nuestro amor mucho mejor que yo...
No hubo un solo instante en el que no te aborreciera y te odiase
e hiciera planes contra ti
pero acabé identificándote al primer roce,
sabiendo lo que pensabas sólo por el contacto de tu saliva en mis venas...
y llegué a sentir celos,
aunque entonces no podía confesarlo,
de la carroña que olía en tu aliento,
y vi cómo la luz del sol hacía brillar esa lágrima que cayó de tu ojo el día en que Hércules me libero.
Aún recuerdo esa lágrima
y ese recuerdo me obsesiona.
Oh devorador de mi hígado:
ven conmigo,
ven con el amante
que ha vuelto a ti,
sígueme
por los pasillos de la luz, el amor y el dolor que son el mundo,
Y vive conmigo
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